domingo, 8 de agosto de 2010
jueves, 3 de junio de 2010
LA MISS ALICIA
Estaba en primero de primaria y mi profesora de inglés era la Miss Alicia. Yo estudiaba en el Santa Martha, un pequeño colegio bilingüe que quedaba a dos cuadras de mi casa. De esa época recuerdo las mañanas frías y lluviosas de abril, los pantalones cortos de mi uniforme escolar, el cuello almidonado de la camisa que me causaba heridas en el cuello, mi primer par de lentes y el amor que sentía por la miss Alicia.
Para mí era un sentimiento nuevo y completamente extraño, sin embargo estaba seguro que yo amaba con toda mi alma a la miss Alicia. Los cursos de inglés eran por las tardes: Gramar, Reading, conversation, translation y no sé que mas pero lo importante para mí era que tenía la oportunidad verla todas las tardes. Ese amor de niño era tan grande, que sentía que era demasiado y ya me había resignado a guardarlo en el corazón pues no sabía qué hacer con él ni con quién compartirlo.
Un día mientras estábamos en el recreo, llegó a la puerta del colegio un señor que tenía una especie de batea de metal muy grande, donde metía un palito como de anticucho y mientras le daba vueltas, como por arte de magia, aparecía una especie de algodón rosado. Todos los chicos se lanzaban a comprarle mientras yo trataba de concentrarme en observar de dónde salía ese algodón. Tenía que empinarme para poder ver dentro de la batea y aun así no encontraba una explicación. Finalmente me compré el algodón de azúcar y me pareció tan rico que mi primer impulso fue comprar otro para la miss Alicia.
Recuerdo claramente cómo fui corriendo para buscarla y entregarle el algodón que le compré, hasta que de pronto me di cuenta que cuando estuviera frente a ella no tendría el valor de entregárselo. Pensé inmediatamente en una solución y decidí darle una sorpresa. Entré sigilosamente al salón, llegué hasta su escritorio, abrí el cajón donde guardaba sus cosas y metí el algodón de azúcar. Mi intención era sorprenderla con mi regalo, así ella sabría definitivamente quién y cuánto la quería.
Mi corazón latía muy fuerte mientras esperaba que termine el recreo para que ella reciba la sorpresa de mi regalo. Hasta que finalmente llegó el momento. Todos estábamos de regreso en el salón, la miss Alicia abre el cajón para sacar sus cosas y se encuentra con mi sorpresa. Cuando preguntó ¿quién puso esto aquí? La verdad el tono de su voz no parecía muy feliz, sin embargo sentía que mi corazón iba a explotar si no me paraba y decía Yo!!! Lamentablemente no contaba con que esa miel se iba a derretir con el calor e iba a estropear todas las cosas que la miss tenía allí. Pero es verdad que conseguí sorprenderla. Esa fue la primera y la única vez que me castigaron en el colegio.
En esos años aun se usaba mandar a arrodillarse en un rincón a los niños que cometían faltas, recuerdo que ninguno de mis compañeros comprendía por qué lloraba pero yo no podía dejar de hacerlo, mi pequeño corazón estaba destrozado. Mi segundo error ese día fue contarle a un compañero la razón de mi llanto porque desde ese momento comenzó a chantajearme con contarle a la miss Alicia lo que yo sentía por ella. Tuve que pagar su silencio con mi colección de carritos.
Yo ya había olvidado por completo esta anécdota hasta que muchos años después, cuando estaba terminando la universidad, me encuentro en la calle con la miss Alicia. Ella ya era una mujer de avanzada edad y caminaba por la calle con la mirada perdida y una bolsa de compras, pasó por mi costado y no me reconoció, pero yo sí a ella e inmediatamente volvieron a mi mente como un río los recuerdos de mi primera decepción amorosa.
Para mí era un sentimiento nuevo y completamente extraño, sin embargo estaba seguro que yo amaba con toda mi alma a la miss Alicia. Los cursos de inglés eran por las tardes: Gramar, Reading, conversation, translation y no sé que mas pero lo importante para mí era que tenía la oportunidad verla todas las tardes. Ese amor de niño era tan grande, que sentía que era demasiado y ya me había resignado a guardarlo en el corazón pues no sabía qué hacer con él ni con quién compartirlo.
Un día mientras estábamos en el recreo, llegó a la puerta del colegio un señor que tenía una especie de batea de metal muy grande, donde metía un palito como de anticucho y mientras le daba vueltas, como por arte de magia, aparecía una especie de algodón rosado. Todos los chicos se lanzaban a comprarle mientras yo trataba de concentrarme en observar de dónde salía ese algodón. Tenía que empinarme para poder ver dentro de la batea y aun así no encontraba una explicación. Finalmente me compré el algodón de azúcar y me pareció tan rico que mi primer impulso fue comprar otro para la miss Alicia.
Recuerdo claramente cómo fui corriendo para buscarla y entregarle el algodón que le compré, hasta que de pronto me di cuenta que cuando estuviera frente a ella no tendría el valor de entregárselo. Pensé inmediatamente en una solución y decidí darle una sorpresa. Entré sigilosamente al salón, llegué hasta su escritorio, abrí el cajón donde guardaba sus cosas y metí el algodón de azúcar. Mi intención era sorprenderla con mi regalo, así ella sabría definitivamente quién y cuánto la quería.
Mi corazón latía muy fuerte mientras esperaba que termine el recreo para que ella reciba la sorpresa de mi regalo. Hasta que finalmente llegó el momento. Todos estábamos de regreso en el salón, la miss Alicia abre el cajón para sacar sus cosas y se encuentra con mi sorpresa. Cuando preguntó ¿quién puso esto aquí? La verdad el tono de su voz no parecía muy feliz, sin embargo sentía que mi corazón iba a explotar si no me paraba y decía Yo!!! Lamentablemente no contaba con que esa miel se iba a derretir con el calor e iba a estropear todas las cosas que la miss tenía allí. Pero es verdad que conseguí sorprenderla. Esa fue la primera y la única vez que me castigaron en el colegio.
En esos años aun se usaba mandar a arrodillarse en un rincón a los niños que cometían faltas, recuerdo que ninguno de mis compañeros comprendía por qué lloraba pero yo no podía dejar de hacerlo, mi pequeño corazón estaba destrozado. Mi segundo error ese día fue contarle a un compañero la razón de mi llanto porque desde ese momento comenzó a chantajearme con contarle a la miss Alicia lo que yo sentía por ella. Tuve que pagar su silencio con mi colección de carritos.
Yo ya había olvidado por completo esta anécdota hasta que muchos años después, cuando estaba terminando la universidad, me encuentro en la calle con la miss Alicia. Ella ya era una mujer de avanzada edad y caminaba por la calle con la mirada perdida y una bolsa de compras, pasó por mi costado y no me reconoció, pero yo sí a ella e inmediatamente volvieron a mi mente como un río los recuerdos de mi primera decepción amorosa.
lunes, 31 de mayo de 2010
domingo, 9 de mayo de 2010
TUNI
De pronto se despertó y descubrió que estaba en una clínica, al principio no entendía bien qué estaba pasando. Después poco a poco fue recordando que era la UCI de la Clínica Italiana. Hacía ya casi un año que tenía estas fallas de memoria, por eso ponía toda su fuerza de voluntad por tratar de recordar y entender que estaba pasando realmente con su vida. Su memoria la traicionaba cada vez con mayor frecuencia por eso se hacía imperativo tratar de revisar los momentos más importantes de su vida, aquellos que fueron los más significativos. De pronto recordó a sus hijos y una sensación de tibieza recorrió todo su cuerpo, sin embargo esto muy pronto se convirtió en preocupación y angustia. ¿Dónde estarán ellos? ¿Sabrán que estoy aquí? ¿Por qué no están a mi lado? Quería moverse pero la sensación de sopor le impedía siquiera mover los dedos.
De pronto recordó a su madre Teresa, una mujer muy fuerte que se quedó viuda con 4 hijos y en la más absoluta miseria, recordó la impresión que le causó verla llorar de impotencia y trabajar de sol a sol con una energía que le parecía sobrehumana para mantener a sus hijos y cuánto le dolió saber que la familia de su padre recién fallecido les dio la espalda en sus momentos de mayor necesidad. ¿Por qué estaba recordando esto? ¿Acaso ya se estaba muriendo y hacia eso que cuentan en las películas de revisar su vida antes de ver el túnel de luz? Los fragmentos de su vida se iban agolpando en su mente y formaban como un mosaico confuso. Era como estar en un sueño pero sus recuerdos eran reales. El cine era otro de ellos. En su juventud fue tan aficionada al cine que conseguía amigas para ir matine, vermouth y noche varias veces a la semana especialmente los lunes que eran femeninos, hasta se ganó un corte de tela una vez, con lo que se hizo un vestido igual al que uso Maureen O’hara en una de sus películas favoritas. También trabajó en la boletería del cine Metro, una de las épocas más felices de su vida porque podía ver películas gratis todos los días. Y si se trataba de felicidad cómo no recordar su juventud en Chacas, en la casa de sus padres, cuando montaba a caballo en pelo y no había quien la ganara en las competencias de cruzar el rio.
Realmente debo estar muriendo pensó, sino porque tengo aquí tantas horas y la verdad es que no recordaba bien si eran horas o días, solo sentía que estaba sola y tenía que luchar por conservar la lucidez en aquellos breves momentos que la recuperaba. Por momentos sentía que era víctima de algún complot urdido por la empleada que tenía en casa. Sabía que esa muchacha era mala, engañaba a todo el mundo con su carita de buena gente, especialmente a sus hijos, pero cuando se quedaban solas, notaba esa maldad en su mirada que la carcomía. Qué impotencia no poder contarles a todos que esta mujer mala que vive en la casa con mis hijos y conmigo se hace pasar por una empleada ejemplar. Y así se quedó dormida nuevamente masticando su rabia.
¿Habrá pasado ya mas tiempo? No lo sabía pero los recuerdos seguían allí efervescentes algunos buenos, otros no tanto. Ernesto, el padre de sus hijos era un oficial de la Guardia Civil el hombre que le había causado los mayores sufrimientos. Ellos convivieron un tiempo y después el se fue de la casa con el argumento que ella era muy gastadora y que tenía que conseguirse un millonario para que la mantenga. Inmediatamente después ella descubrió que así como había ocurrido antes con su madre, ella también tendría que sacar adelante a sus hijos con su propio esfuerzo y trabajo. Nunca más se enamoró, ni tuvo pareja alguna. Todas sus energías y su amor fue para sus hijos.
Otro de sus momentos de lucidez en ese interminable tiempo tendida en esa cama de clínica la hace recordar cuando tenía su taller de costura y con cuanto orgullo decía que sus clientas siempre estaban satisfechas de su trabajo. Luzmila tiene manos mágicas le decían. Así recordó que su nombre era Luzmila pero todos le decían Tuni, porque de niña sus personajes favoritos eran los tony que venían en los circos itinerantes y que hacían reír a los niños.
Pero las cosas en el taller de costura no siempre iban bien, y en los últimos tiempos iban cada vez peor porque la gente prefería comprar la ropa ya hecha, en el cine las estrellas ya no usaban esos vestidos glamorosos que sus clientas se morían por imitar. La plata alcanzaba para muy poco, los cobradores no dejaban de golear la puerta de la casa y cada vez con mayor insolencia. Que angustia sentir que todas las pertenecías valiosas están en la casa de préstamos y cada fin de mes hay que hacer lo imposible para sacarlas y volverlas a empeñar. No alcanza la plata para pagar los estudios de los hijos pero hay que sacarlos adelante para que ellos no pasen lo mismo que me toco pasar a mi.
De pronto sintió una mano cálida que agarraba la suya, era su hijo. Cuando lo reconoció no pudo evitar derramar una lágrima, quiso decirle que lo quería, que quería regresar a la casa ya, que tenia pedidos por entregar, que había que pagar las cuentas, pero no le salían las palabras, tenía todo el cuerpo lleno de tubos y jeringas, un respirador artificial y aun así sintió que se pudo comunicar. Después de esto se volvió a dormir. Pocas horas después murió.
El timbre del teléfono sonó a las tres de la madrugada para anunciarnos su muerte. Abrazados con mi hermana lloramos al saber la noticia. Ahora sus cenizas están en las aguas de la laguna de Llanganuco, el mejor lugar del mundo que a ella te tocó conocer.
jueves, 29 de abril de 2010
martes, 27 de abril de 2010
EL OLOR DEL CAFÉ
El olor del café me trae muchos recuerdos, es increíble que algo que siempre ha estado y sigue estando tan presente en mi vida, tenga también esa capacidad de seguir removiendo antiguas vivencias. El recuerdo más antiguo que tengo es el de mi tío Manuel, pasando el café en la cocina de la casa. Lo hacía diariamente y con una paciencia infinita. Había que comprar el café recién molido en la bodega de Mateo el italiano, lo justo para que entre en la vieja coladera, poner la tetera en el fogón y dejar caer solo unas pocas gotas de agua hirviendo sobre el café. Nadie lo hacía como él. Nadie lo hará nunca como él, porque era como un ritual y porque todos lo queríamos como a un padre bondadoso. Lo llamábamos “papá mañu”. Era el hermano mayor y el único hombre de los 6 hijos de mi abuela (“mamá tere”). Nunca se casó aunque -según el mismo contaba-, tuvo muchas mujeres. Lo cierto es que la única mujer de su vida fue su madre –mi abuela-, a quién el amaba edípicamente.
Papá mañu fue mi verdadero padre, aunque apenas terminó la educación primaria, fue un gran amante de los libros y la lectura. En su juventud llevó una vida azarosa y disipada. Frecuento muchos lugares del país, haciendo todo tipo de negocios –generalmente fallidos-. Fue futbolista, boxeador, sastre, vendedor de enciclopedias, minero, vendedor de seguros, pero donde tuvo sus éxitos más rotundos fue en los bares que frecuentaba porque gran parte de su vida fue alcohólico. Nunca sabré si todas esas eran leyendas que de él contaban las mujeres de la familia. Yo lo recuerdo en mi infancia saliendo a trabajar con un maletín de cuero en la mano y unos manuales en inglés cuyo contenido él mismo no entendía. Cada vez que salía de casa dejaba una estela de Aqua Velva y yo sentía que salía a hacer cosas importantes.
El me enseñó a hacerme el nudo de la corbata, cuando aun no necesitaba usarla, me enseño a boxear y defenderme aunque nuca tuve la oportunidad de hacerlo, me enseño a amar los libros, a disfrutar de una buena taza de café recién pasado, a fumar a escondidas, a recibir los golpes de la vida con una sonrisa desafiante y a dedicar la vida entera a tratar de ser una buena persona. Yo admiraba a mi papa mañu y él siempre decía de mi: “este chico va a llegar a ser alguien”, por eso no soportaba cuando se molestaba conmigo y me retiraba la palabra. Ese podía ser el peor castigo para mi, peor aun que dejarme sin los cincuenta centavos de propina que me daba a diario para ir al colegio.
Un día salió a comprar el pan y nunca mas volvió, la muerte lo sorprendió en el camino con su bolsita de tela en la mano. Los médicos dijeron que fue su corazón. Me dejó como herencia su máquina de afeitar de bronce con su estuche de cuero, una pequeña colección de libros y el gusto por el café recién pasado. Estos son viejos recuerdos y sin embargo, yo sigo extrañando esos desayunos de café con leche fresca y pan francés con mantequilla, así como extraño de vez en cuando mis cincuenta centavos de propina. No importa cuánto tiempo pase, siempre me hará mucha falta mi papa mañu.
Papá mañu fue mi verdadero padre, aunque apenas terminó la educación primaria, fue un gran amante de los libros y la lectura. En su juventud llevó una vida azarosa y disipada. Frecuento muchos lugares del país, haciendo todo tipo de negocios –generalmente fallidos-. Fue futbolista, boxeador, sastre, vendedor de enciclopedias, minero, vendedor de seguros, pero donde tuvo sus éxitos más rotundos fue en los bares que frecuentaba porque gran parte de su vida fue alcohólico. Nunca sabré si todas esas eran leyendas que de él contaban las mujeres de la familia. Yo lo recuerdo en mi infancia saliendo a trabajar con un maletín de cuero en la mano y unos manuales en inglés cuyo contenido él mismo no entendía. Cada vez que salía de casa dejaba una estela de Aqua Velva y yo sentía que salía a hacer cosas importantes.
El me enseñó a hacerme el nudo de la corbata, cuando aun no necesitaba usarla, me enseño a boxear y defenderme aunque nuca tuve la oportunidad de hacerlo, me enseño a amar los libros, a disfrutar de una buena taza de café recién pasado, a fumar a escondidas, a recibir los golpes de la vida con una sonrisa desafiante y a dedicar la vida entera a tratar de ser una buena persona. Yo admiraba a mi papa mañu y él siempre decía de mi: “este chico va a llegar a ser alguien”, por eso no soportaba cuando se molestaba conmigo y me retiraba la palabra. Ese podía ser el peor castigo para mi, peor aun que dejarme sin los cincuenta centavos de propina que me daba a diario para ir al colegio.
Un día salió a comprar el pan y nunca mas volvió, la muerte lo sorprendió en el camino con su bolsita de tela en la mano. Los médicos dijeron que fue su corazón. Me dejó como herencia su máquina de afeitar de bronce con su estuche de cuero, una pequeña colección de libros y el gusto por el café recién pasado. Estos son viejos recuerdos y sin embargo, yo sigo extrañando esos desayunos de café con leche fresca y pan francés con mantequilla, así como extraño de vez en cuando mis cincuenta centavos de propina. No importa cuánto tiempo pase, siempre me hará mucha falta mi papa mañu.
domingo, 25 de abril de 2010
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