lunes, 31 de mayo de 2010
domingo, 9 de mayo de 2010
TUNI
De pronto se despertó y descubrió que estaba en una clínica, al principio no entendía bien qué estaba pasando. Después poco a poco fue recordando que era la UCI de la Clínica Italiana. Hacía ya casi un año que tenía estas fallas de memoria, por eso ponía toda su fuerza de voluntad por tratar de recordar y entender que estaba pasando realmente con su vida. Su memoria la traicionaba cada vez con mayor frecuencia por eso se hacía imperativo tratar de revisar los momentos más importantes de su vida, aquellos que fueron los más significativos. De pronto recordó a sus hijos y una sensación de tibieza recorrió todo su cuerpo, sin embargo esto muy pronto se convirtió en preocupación y angustia. ¿Dónde estarán ellos? ¿Sabrán que estoy aquí? ¿Por qué no están a mi lado? Quería moverse pero la sensación de sopor le impedía siquiera mover los dedos.
De pronto recordó a su madre Teresa, una mujer muy fuerte que se quedó viuda con 4 hijos y en la más absoluta miseria, recordó la impresión que le causó verla llorar de impotencia y trabajar de sol a sol con una energía que le parecía sobrehumana para mantener a sus hijos y cuánto le dolió saber que la familia de su padre recién fallecido les dio la espalda en sus momentos de mayor necesidad. ¿Por qué estaba recordando esto? ¿Acaso ya se estaba muriendo y hacia eso que cuentan en las películas de revisar su vida antes de ver el túnel de luz? Los fragmentos de su vida se iban agolpando en su mente y formaban como un mosaico confuso. Era como estar en un sueño pero sus recuerdos eran reales. El cine era otro de ellos. En su juventud fue tan aficionada al cine que conseguía amigas para ir matine, vermouth y noche varias veces a la semana especialmente los lunes que eran femeninos, hasta se ganó un corte de tela una vez, con lo que se hizo un vestido igual al que uso Maureen O’hara en una de sus películas favoritas. También trabajó en la boletería del cine Metro, una de las épocas más felices de su vida porque podía ver películas gratis todos los días. Y si se trataba de felicidad cómo no recordar su juventud en Chacas, en la casa de sus padres, cuando montaba a caballo en pelo y no había quien la ganara en las competencias de cruzar el rio.
Realmente debo estar muriendo pensó, sino porque tengo aquí tantas horas y la verdad es que no recordaba bien si eran horas o días, solo sentía que estaba sola y tenía que luchar por conservar la lucidez en aquellos breves momentos que la recuperaba. Por momentos sentía que era víctima de algún complot urdido por la empleada que tenía en casa. Sabía que esa muchacha era mala, engañaba a todo el mundo con su carita de buena gente, especialmente a sus hijos, pero cuando se quedaban solas, notaba esa maldad en su mirada que la carcomía. Qué impotencia no poder contarles a todos que esta mujer mala que vive en la casa con mis hijos y conmigo se hace pasar por una empleada ejemplar. Y así se quedó dormida nuevamente masticando su rabia.
¿Habrá pasado ya mas tiempo? No lo sabía pero los recuerdos seguían allí efervescentes algunos buenos, otros no tanto. Ernesto, el padre de sus hijos era un oficial de la Guardia Civil el hombre que le había causado los mayores sufrimientos. Ellos convivieron un tiempo y después el se fue de la casa con el argumento que ella era muy gastadora y que tenía que conseguirse un millonario para que la mantenga. Inmediatamente después ella descubrió que así como había ocurrido antes con su madre, ella también tendría que sacar adelante a sus hijos con su propio esfuerzo y trabajo. Nunca más se enamoró, ni tuvo pareja alguna. Todas sus energías y su amor fue para sus hijos.
Otro de sus momentos de lucidez en ese interminable tiempo tendida en esa cama de clínica la hace recordar cuando tenía su taller de costura y con cuanto orgullo decía que sus clientas siempre estaban satisfechas de su trabajo. Luzmila tiene manos mágicas le decían. Así recordó que su nombre era Luzmila pero todos le decían Tuni, porque de niña sus personajes favoritos eran los tony que venían en los circos itinerantes y que hacían reír a los niños.
Pero las cosas en el taller de costura no siempre iban bien, y en los últimos tiempos iban cada vez peor porque la gente prefería comprar la ropa ya hecha, en el cine las estrellas ya no usaban esos vestidos glamorosos que sus clientas se morían por imitar. La plata alcanzaba para muy poco, los cobradores no dejaban de golear la puerta de la casa y cada vez con mayor insolencia. Que angustia sentir que todas las pertenecías valiosas están en la casa de préstamos y cada fin de mes hay que hacer lo imposible para sacarlas y volverlas a empeñar. No alcanza la plata para pagar los estudios de los hijos pero hay que sacarlos adelante para que ellos no pasen lo mismo que me toco pasar a mi.
De pronto sintió una mano cálida que agarraba la suya, era su hijo. Cuando lo reconoció no pudo evitar derramar una lágrima, quiso decirle que lo quería, que quería regresar a la casa ya, que tenia pedidos por entregar, que había que pagar las cuentas, pero no le salían las palabras, tenía todo el cuerpo lleno de tubos y jeringas, un respirador artificial y aun así sintió que se pudo comunicar. Después de esto se volvió a dormir. Pocas horas después murió.
El timbre del teléfono sonó a las tres de la madrugada para anunciarnos su muerte. Abrazados con mi hermana lloramos al saber la noticia. Ahora sus cenizas están en las aguas de la laguna de Llanganuco, el mejor lugar del mundo que a ella te tocó conocer.
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